viernes, 28 de febrero de 2014

SÍNTESIS DE LA TEOLOGÍA MORAL DE LA PERSONA HUMANA



SÍNTESIS DE LA TEOLOGÍA MORAL DE LA PERSONA HUMANA
            A.- La Persona como estructura moral y como destino de la responsabilidad moral
El ser humano tiene un modo peculiar de comportamiento que le permite  emanciparse de la tutela mecánica de la naturaleza.
De ahí que la persona y la “personeidad”; un espacio y un tiempo para la maduración de la “personalidad” constituyan el elemento medular de la misma estructura moral. Ni de hecho ni de derecho habrá acciones morales, ni estructuras morales, ni silueta moral para una sociedad, una clase social o una cultura, si las acciones y las omisiones no tienen en cuenta la misma estructura personal del ser humano y del mundo, ya inevitablemente humanizado.
La personeidad es, en consecuencia, el esqueleto mismo de la estructura moral del ser humano y de la sociedad humana. Para la teología, el concepto de persona no se reduce a la enumeración de sus propiedades. Para la fe cristiana, la persona se autocomprende como el único ser que ha sido llamado a entrar en diálogo con Dios.
 La moral de la persona no es un programa de mortificación, sino de vivificación. Es hora de recordar unas palabras del Concilio Vaticano II que evocan y profesan esta fe  laica y religiosa a la vez  en la prioridad del hombre sobre las obras de sus propias manos: «Creyentes y no creyentes están generalmente de acuerdo en este punto todos los bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos ellos» (GS 12a).
Por lo tanto, la persona es considerada a veces a tenor de algunas determinaciones adjetivales como su sexo o su raza, su edad o su capacidad de automoción. Tales reduccionismos constituyen una violación de la intima “verdad” de la persona y condicionan una respuesta pretendidamente ética que ignoraría la sustantividad misma de la persona. De ahí que la reflexión moral haya de partir inexcusablemente de la afirmación de la dignidad de la persona humana.
            B.- La Dignidad de la Persona Humana
En el marco de la historia de la salvación, la consideración de la estructura personal remite tanto a la Creación como a la Redención. El hombre es lo que es y en realidad, históricamente, el hombre es un ser pensado, proyectado, diseñado, creado por Dios, un ser rescatado, redimido, plenificado en Jesucristo un ser habitado y movido por el Espíritu de Dios.
            El Concilio Vaticano II sitúa la dignidad de la persona precisamente en el propio valor eminente, que ella debe realizar de forma libre por sí misma. Partiendo de tal convicción advierte contra el peligro de que la persona sea empleada como medio para un fin ajeno a sí misma “La Biblia nos enseña que el hombre ha sido creado "a imagen de Dios", con capacidad para conocer y amar a su Creador” (GS 12c)  Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona, no es solamente algo, sino alguien.  Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas, y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar”
El ser humano se subleva ante la mera posibilidad de ser reducido a la infracategoría de pieza plural, reemplazable, anónima y prescindible. La dignidad enlaza desde el primer momento los aspectos éticos con los aspectos metafísicos de la reflexión sobre lo humano.
Como se puede fácilmente adivinar, la Moral de la Persona depende directamente de la comprensión de la verdad de la misma persona. La reivindicación de su dignidad, como sujeto ético y como destinatario del comportamiento ético de los demás, reclama una comprensión adecuada de su personeidad, como “dato” previo a su proyecto individualizado de vida y a la realización concreta de su personalidad.
            C.- El hombre como unidad integral
El ser humano es a todas luces una realidad inabarcable, incluso para sí mismo. Las definiciones del hombre, “las opiniones que el hombre se ha dado y se da sobre sí mismo, diversas y contradictorias” (GS 12b), son con frecuencia falsas, precisamente por tratar de ser simplificadoras. Van contra la verdad integral del ser humano.
Ante el enigma del ser humano, como ante el misterio de toda la realidad que es en sí misma enigmática31, la solución más sencilla y más tentadora, por tanto ha sido la que trata de dividirlo y parcelarlo. La respuesta de los dualismos, siempre recurrente, es la más simple y, por ello mismo, la más embaucadora.
            D.- La moral como fundamentación de la persona
No es fácil la fundamentación de la Moral de la persona. Las dificultades no vienen tanto de los elementos materiales como formales de la cuestión. El mismo carácter problemático mistérico de la persona y las adicionales sospechas coyunturales han convertido en espinosa la pregunta sobre el quehacer del hombre.
En la exhortación apostólica Christifideles laici, el papa Juan Pablo II observa que «se extiende cada vez más y se afirma con mayor fuerza el sentido de la dignidad personal de cada ser humano». El texto constata, además, que el nuestro es el siglo de los humanismos, entre los cuales parece necesario ejercer un cierto discernimiento.
Algunos, en efecto, acaban por humillar y anular al hombre y otros lo exaltan hasta la idolatría, mientras que algunos “reconocen según la verdad la grandeza y la miseria del hombre, manifestando, sosteniendo y favoreciendo su dignidad total” (ChL 5).

            E.- El ser humano, icono de Dios
Queda ya dicho que el ser del hombre es normativo para su quehacer moral. El hombre creado es el fundamento de la responsabilidad moral. Ese punto de vista puede ser compartido tanto por los creyentes como por los no creyentes. Es cierto que los creyentes afirman que la normatividad de lo humano es aclarada y radicalizada por la revelación. La creación es también «designio» y «proyecto» de Dios. La creación es también alianza. Si la naturaleza es para los creyentes creación, es también sacramento. El hombre ha sido definitivamente revelado en Jesucristo.
El hombre es imagen de Dios o mejor aún, es imagen de Cristo, imagen de Dios. Imagen de Dios ante el mundo cósmico y humano. Imagen del cosmos y de la humanidad ante Dios. Eso es el ser humano para la fe cristiana.
La persona se convierte en el «hombre nuevo» que vive el seguimiento de Cristo, gracias al Espíritu, y actúa de una forma resucitada, sabiendo que Cristo mismo actúa en su vida. El hombre es la norma. Pero si el hombre es pensado y creído como imagen de Dios, como tal ha de comportarse y como tal ha de ser tratado.
De esta confesión y de este seguimiento se deducen evidentes consecuencias para la relación del ser humano con los polos de ese trípode referencial lo otro, los otros y el Absolutamente Otro que lo configuran y convocan.
a)                           El hombre y el mundo La relación con el mundo cósmico y objetual, entendido como “lo otro”, que se ofrece al ser humano como manipulable y condicionante a la vez, es origen de cuestionamientos y responsabilidades.
b)                          El hombre y los demás hombres En el encuentro con el tú se realiza efectiva y circunstanciadamente el yo. La creación de la nostridad, está en íntima relación con la aparición de la tuidad y la yoidad. La dignidad de la persona humana se abre así al diálogo y respeto de todas las personas.
c)                           El hombre y su Dios: Ya en Puebla se hablaba de la relación del hombre con el mundo como señor, con los demás hombres como hermano, y con Dios como hijo.
En definitiva El ser humano es imagen de Dios: como tal ha de portarse y como tal ha de ser tratado.

                                                                             BIBLIOGRAFÍA
Flecha Andrés, José Román. Moral de la Persona. Amor y Sexualidad. B.A.C Madrid 2002

miércoles, 26 de febrero de 2014

SEMANA DE LA JUVENTUD ESTUDIANTIL CATÓLICA: "BÓRRALA...BÁJALE DOS A LA VILENCIA"









HOMENAJE A SIMÓN DÍAZ EN NUESTRA ESCUELA

En horas de la mañana del dia después de habernos enterado de la noticia de la partida del Gran "Tío Simón" con la organización y participación de la Directora y el Sr. Carlos Fuentes (representante en nuestra escuela) ;se entonaron canciones y anécdotas de Simón Díaz. En este homenaje la Prof, Yuribay Benavides (Directora) , Prof María Antonietta Rodríguez, Prof. Lorena de Sulbarán, Prf. Betty de Barbella, Los Hnitos Fuentes García (estudiantes de primaria) y Valeria Díaz (estudiante) entonaron hermosas melodías y versos que llevaron a todos los presentes a un oásis dentro del desierto de los días vividos por la hostilidad de las relaciones en el país. Dios bendiga a hombres y mujeres que con su talento llevaron y siguen llevando el nombre de la Patria en alto. A nuestro recordado "Tío Simón" que Dios conorone de Gloria las vivencias y querencias que nos supo dejar como legado a la nación.

MADRE TERESA TITOS: FUNDADORA DE LA CONGRAGACIÓN SANTO DOMINGO





AFICHES REALIZADO POR LOS ESTUDIANTES DE LA U.E. CASA HOGAR MONS. ALVAREZ DE CALABOZO ESTADO GUÁRICO.
CARTELERAS REALIZADAS POR LAS MAESTRAS Y REPRESENTANTES CON OCACIÓN DE CELEBRARSE EL DÍA DE LA MADRE TERESA TITOS FUNDADORA DE LA CONGREGACIÓN SANTO DOMINGO.

MURAL DE LA BIOGRAFÍA DE LA MADRE TERESA TITOS POR LOS ESTUDIANTES DE CASA HOGAR MONS. ALVAREZ

PALABRAS DE LA DIRECTORA ACADÉMICA AL I CONSEJO DE PROFESORES

Ser docentes es un desafío cada vez mayor en esta época en que es mucho el bombardeo sobre los principios morales o en donde tantas familias padecen los problemas que agobian a nuestra sociedad.
Por eso hay que educar para la vida. Los seres humanos no se juegan el futuro en los conocimientos ni en las destrezas técnicas, sino en los comportamientos. La ciencia y la técnica son nada sin la ética. La persona necesita encontrar el sentido de lo que vive, la finalidad de lo que pasa en sí mismo y a su alrededor.
Necesita razones o argumentos para actuar en cualquier situación. Descubrir todo esto es descubrir la vida. Enseñar a discernir el sentido de las cosas es educar para la vida. En la medida en que la escuela lo consiga, ayudará a los alumnos a construir su propia felicidad.
Para comenzar el año 2014, el Papa Francisco nos dice que no hay paz si no Tenemos conciencia de que somos hermanos.
"El corazón de todo hombre y de toda mujer alberga en su interior el deseo de una vida plena, de la que forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer.
La fraternidad es una dimensión esencial del hombre, que es un ser relacional. La viva conciencia de este carácter relacional nos lleva a ver y a tratar a cada persona como una verdadera hermana y un verdadero hermano; sin ella, es imposible la construcción de una sociedad justa, de una paz estable y duradera".
"Las éticas contemporáneas no son capaces de generar vínculos auténticos de fraternidad, ya que una fraternidad privada de la referencia a un Padre común, como fundamento último, no logra subsistir. Una verdadera fraternidad entre los hombres supone y requiere una paternidad trascendente. A partir del reconocimiento de esta paternidad, se consolida la fraternidad entre los hombres, es decir, ese hacerse "prójimo" que se preocupa por el otro". (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2014)
Ciertamente hemos decidido en el Concejo General celebrado en septiembre continuar con el mismo PEIC del año escolar pasado en vista de que consideramos que los objetivos planteados no se han cumplido, porque esto de los valores es un tema transversal.
Muchos profesores/as se confiesan abrumados ante los Temas Transversales. Los consideran como algo teóricamente muy bueno, pero excesivo para la escuela. Es preciso desmitificar las cosas. Porque se trata de algo asequible a sus posibilidades, que no les va a exigir tiempos ni esfuerzos añadidos, algo a realizar fundamentalmente desde el currículo escolar, en el trabajo ordinario de todos los días. Además es algo que merece la pena. Porque se trata de enseñanzas vitales para las personas y la sociedad.
El éxito de la vida radica en la consecución de la armonía consigo mismo, con los demás y con su medio ambiente. Vivimos, además, en una época bastante conflictiva, violenta, intolerante, injusta e inestable, con frecuentes y graves problemas de convivencia. La situación actual reclama una actuación escolar en este punto.
Retomando el lema utilizado en la celebración de las Bodas de Oro de nuestra institución recordemos que decíamos “juntos hacemos el camino” pero hoy es necesario reflexionar que para construir un camino hay que moverse entre dos puntos: el punto de partida y la meta a la que se quiere llegar. Antes de diseñar el trayecto, es preciso hacerse dos preguntas elementales:
“¿dónde estamos?” y “¿a dónde queremos ir?”. No vamos a cambiar el mundo, pero podemos mejorarlo.
Aquí vale aquello del granito de arena y del hombro con hombro. La ilusión y el esfuerzo de todos, de muchos o de algunos nos llevarán a construir una sociedad, en la que sea posible y más agradable vivir juntos.
“Hay que combatir la violencia visible y manifiesta en los espectáculos actuales: cine, televisión,  comics, web... Combatirlos quiere decir, sobre todo, criticarlos, contribuir a crear una opinión contraria a determinadas diversiones”. Combatir la violencia es estar más pendiente de nuestros jóvenes en la hora de receso, y en la hora de salida; pues es allí donde nuestra presencia puede ser un aliciente para el que teme salir del aula por temor  a ser burlado por ser o pensar diferente, es allí donde  la intervención de un educador es pieza clave de orientación en actitudes y posturas que necesitan de una amable  corrección.  
            La convivencia se aprende: Nadie nace sabiendo vivir con los demás. Tiene que aprender. El ambiente de la sociedad provoca, con demasiada frecuencia, conflictos en las relaciones de las personas. Por eso, la convivencia no puede dejarse al desarrollo espontáneo de la construcción de la personalidad ni a la  casualidad de los acontecimientos. Es necesario ayudar al niño o joven a aprender a relacionarse, a vivir con los demás. La convivencia debe ser una de las principales empresas de la educación actual.
            Que hermosa fue la experiencia recreacional y  compartir del  día martes, todos juntos como debe ser, más integrados nos conocemos más y al conocernos más nos amamos de tal manera que el descubrimiento del otro es algo previo a la convivencia y al establecimiento de buenas relaciones, sólo así seremos capaz de comprender la necesidad de relacionarse en nuestros educandos, valorar su dignidad humana y establecer relaciones positivas con ello.

            Ciertamente hay mucho que corregir, porque la convivencia humana aparece ordinariamente jalonada de conflictos. Estos surgen por la diversidad e incompatibilidad de gustos, intereses, valores o aspiraciones entre personas o grupos de personas, y dónde somos una familia grande surgen desavenencias. Pero es precisamente con educación que seremos  capaces  de afrontar correctamente los conflictos que vamos  encontrando y alabo a Dios por el equipo de educadores que tenemos. Agradecida  y con la confianza en el dueño de la obra les invito a seguir dando como siempre “Lo Mejor para Dios”.

CECODAP EN ACCIÓN.LOS NIÑOS Y ADOLESCENTES EN LA ACTUAL SITUACIÓN DEL PAÍS ¿QUÉ PODEMOS HACER?

CECODAP EN ACCIÓN
INFORMACIÓN SOBRE LAS ACCIONES QUE HACEN POSIBLE QUE LA RUTA DEL BUEN TRATO LLEGUE A LAS FAMILIAS, CENTROS EDUCATIVOS, DEPORTIVOS, CULTURALES, COMUNIDADES... SEGUIMOS CRECIENDO JUNTOS
viernes, 21 de febrero de 2014
Cecodap, como  organización social de promoción y defensa de los Derechos Humanos de la Niñez y Adolescencia y promoción del Buen Trato propone:  

Formar con el ejemplo. Un trabajo que debe empezar por nosotros. En el discurso exigimos tolerancia y respeto, pero seguimos siendo intolerantes; diálogo, solo queremos escuchar lo que nos conviene e interesa; fe, no creemos en lo que los demás dicen y hacen; perdón, fomentamos resentimiento y odio. Con nuestro ejemplo aprenden a ser incoherentes, incongruentes e inconstantes.

Proteger su integridad física. Evitar  la presencia  de niños en manifestaciones, especialmente en lugares en los que  se han presentado enfrentamientos y  puede ponerse en peligro  su vida. Evitar que se asomen en balcones, ventanas, puerta de  edificio,  salgan a la calle cuando se estén produciendo hechos violentos o los  ánimos estén caldeados.

Promover principios y valores propios de la democracia. Toca a cada uno de nosotros tomar la decisión sobre lo que debemos hacer en nuestros espacios  para que nuestros niños, niñas y adolescentes cuenten con las herramientas para enfrentar la crisis que se vive en el país. A los valores hay que darle contenido. Es importante preguntarles qué significa respeto, tolerancia y honestidad. Si partimos de ejemplos, relatos y testimonios, el resultado será mucho mejor.

Preguntar qué piensan y sienten. Nuestros hijos  no están ajenos a la realidad política. Es importante  escucharlos para conocer sus puntos de vista sobre lo que conocen, piensan y sienten del conflicto que vivimos. ¿Qué  piensan de la democracia? ¿de la división del país?, de los problemas que vivimos, del alto costo de la vida, de la escasez de productos básicos, de la inseguridad, de los servicios públicos y qué se debería hacer para mejorar  nuestra calidad de  vida y gozar de nuestros derechos.

Valorar sus comentarios y opiniones. Aunque sus relatos, aparentemente sean una repetición de información que han recibido a través de los diferentes agentes de socialización, es importante partir de lo que captan propiciando espacios para la orientación a través del intercambio para hacer de la crisis un momento educable.

Tomar en cuenta la edad y momento de desarrollo. La formación y participación se deben tomar de las características y condiciones del niño, su madurez y etapa de desarrollo.

Reconocer que todos influyen políticamente (familia, escuela, medios de comunicación…). La indiferencia o indolencia ante lo que sucede es una forma de asumir una posición política. Lo que no le decimos nosotros se lo dicen los otros: amigos o  compañeros, vecinos y medios de comunicación.

Estar atentos al entorno. La manipulación está permanentemente al acecho. Si  se realiza con y entre las personas adultas, también se hace con los niños. Allí es donde hay que poner la lupa e insistir que la participación sea genuina y en condiciones  que no pongan en riesgo su integridad.

Brindar apoyo emocional. Los niños, niñas y adolescentes perciben y reciben informaciones de todo tipo siendo necesario ofrecerles las herramientas y oportunidades para comprender, en función a su edad, los momentos que vivimos y brindar una adecuado  apoyo frente a cualquier estado de estrés, ansiedad, temor, preocupación, rabia, depresión o euforia que los afecte.
Los padres, madres y familiares son determinantes en lograr la estabilidad emocional de sus hijos y deben orientar o aclarar cualquier duda que puedan tener sin que ello implique una sobreexposición de información, imposición de opiniones.

Mantener las rutinas familiares
. Generar espacios de juego, pintura, música, deporte…. administrar el uso de redes sociales son algunas herramientas que contribuyen a crear un clima de mayor tranquilidad, confianza y seguridad.
Estar alerta a nuestras reacciones. Nuestros estados emocionales pueden hacer que perdamos el control y utilizamos la agresión física o verbal para corregirlos. Es importante entender que también ellos pueden mostrarse ansiosos, inquietos, hostiles al no saber manejar sus emociones. Esto se agudiza cuando no pueden asistir a sus centros educativos o espacios recreacionales y se ven obligados a permanecer en sus casas.
Buscar apoyo profesional. Como adultos es fundamental reconocer, validar y manejar nuestras emociones. Es perfectamente válido y hasta lógico sentir miedo, angustia o rabia frente a cualquier situación que nos afecte, el reto es canalizar de forma positiva y pacífica el uso positivo de la emoción sin tener que lastimar  y violentar los derechos del otro. Si sentimos que la situación se nos va de las manos: nos volvemos obsesivos, no podemos controlar nuestras emociones, no contamos con quién compartir y desahogarnos, es importante buscar apoyo especializado.

Cecodap es una organización venezolana con más de 29 años de trabajo ininterrumpido y comprometido con la promoción y defensa de los derechos humanos de la niñez y adolescencia haciendo especial énfasis en la construcción de una convivencia sin violencia a través de la participación ciudadana de los niños, niñas y adolescentes, familias, centros educativos y sociedad.

Cecodap promueve
 un movimiento nacional y social por  el Buen Trato  que involucra a diferentes actores que reconocen, respetan y defienden los derechos de las niñas, los niños, las y los adolescentes en prevención de la violencia en  el ejercicio de su ciudadanía.


lunes, 24 de febrero de 2014

SEMANA DE LA JUSTICIA, PAZ Y EL CUIDADO DE LA CREACIÓN. TRABAJOS DE PREESCOLAR
LA VIRTUD DE LA JUSTICIA


Definición y la naturaleza de la virtud de la justicia
La Palabra justicia nos llegan valores perennes que informan la correcta organización de la sociedad en base a la justicia que es fundamento de la paz y la prosperidad. No habrá prosperidad sin paz, ni paz sin justicia social. Dios no nos dejó abandonados ni desprotegidos en este planeta. Su Voluntad manifiesta ha sido el de la equidad en la posesión de la herencia planetaria, territorial y concomitante.
Al hablar de la justicia es importante señalar que se trata de utilizar criterios de igualdad o de proporcionalidad que corresponden a la igualdad o desigualdad de las partes. Las virtudes morales son varias y conexas entre sí. Centrándonos sólo en las fundamentales o cardinales, la primera, guía de todas las otras, es la prudencia, que radica en el intelecto, en cuanto razón práctica. Perfecciona la buena deliberación, por la aplicación de la ley moral general a los casos particulares, y prepara una buena elección y una buena ejecución. La segunda es la justicia, que se inclina eficazmente y de modo estable a buscar el bien de los demás. La tercera es la fortaleza, que refuerza el ánimo para no sucumbir ante los obstáculos que puedan impedir o dificultar la práctica de la justicia. Y la cuarta es la temperancia, que modera los atractivos sensibles, para que no nos aparten del bien de la razón. Y estas cuatro virtudes están de tal manera enlazadas unas con otras, que no es posible llegar a poseer una de ellas, en estado perfecto, sin poseer así mismo las otras, también perfectamente. No se puede ser prudente sin ser justo y fuerte y temperante; y no se puede ser justo sin ser prudente y fuerte..., y así sucesivamente.
El Catecismo de la Iglesia Católica define  la justicia como la “virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido”. (N° 1807).
Por otro lado, la Doctrina Social de la Iglesia define la justicia como “un valor que acompaña al ejercicio de la correspondiente virtud moral cardinal. Según su formulación más clásica, «consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido». Desde el punto de vista subjetivo, la justicia se traduce en la actitud determinada por la voluntad de reconocer al otro como persona, mientras que desde el punto de vista objetivo, constituye el criterio determinante de la moralidad en el ámbito intersubjetivo y social”. (N° 201).
Por consiguiente, las diversas clases de justicia: general, distributiva y conmutativa; la “justicia social”. También se debe advertir que los diversos tipos de justicia no se hallan yuxtapuestos, sino interconectados y dirigidos por la justicia general (que es más amplia que la pura justicia legal). La justicia puede interpretarse como virtud de la voluntad que establece lo justo respecto de todos los seres que se ofrecen al sujeto, ante todo respecto de las personas o de la sociedad. Ésta es justicia objetiva en sentido amplísimo, que atiende tanto a los valores materiales como a los valores personales.
Dentro de las virtudes relacionadas con la justicia tenemos  piedad, gratitud, servicio, afabilidad, liberalidad, etc. Lógicamente, es necesario distinguir el significado que tiene aquí el término “piedad” y, a la vez, aclarar que su sentido más frecuente (vida de piedad) proviene del primero, por la novedad cristiana de tratar a Dios como Padre
Así entendida, es la justicia una actitud abierta a la contemplación de los valores, que cierra la entrada a todo lo que sea contrario a la realidad objetiva y dispone la voluntad a cumplir con todas las exigencias que imponen los valores del propio yo y los del prójimo. Así como la prudencia es la recta apreciación de todas las exigencias y deberes que impone una situación, asimismo es la justicia, virtud de la voluntad que con ella hace juego, la sola que posibilita al entendimiento práctico un juicio que se ajuste a la realidad, o sea un juicio prudente. De este modo la justicia aprovecha el juicio objetivo y el imperio de la prudencia y los realiza sin dejarse engañar por motivos arbitrarios, o sea extraños a la realidad.
De igual modo, la virtud de la epikeia como perfección de la justicia es de hacer notar. Justicia humana y salvación cristiana: la justicia, virtud necesaria para la santidad. De este modo, la justicia es entendida como la más sublime de las virtudes morales. Su centro de energía es el amor de los valores y de la persona. De esta disposición de la voluntad a someterse a las exigencias de los valores depende tanto la prudencia como la fortaleza y la templanza.
Ahora bien, la injusticia y su reparación es gravedad del deber moral de restituir. Al explicar la restitución, es conveniente poner diversos ejemplos que aclaren su noción y necesidad. La justicia como actitud de la voluntad es anterior a la prudencia, más el acto de la prudencia, el juicio conciencial y el dominio de las pasiones deben preceder a la realización de las obras de justicia. La fortaleza y la templanza son virtudes si se elevan a la finalidad moral que les señalan la justicia y el amor, pues de por sí la represión de los apetitos significa poca cosa: la fortaleza y la templanza no revisten, pues, el verdadero carácter de virtudes sino cuando se ordenan a la realización de la justicia.

Objeto de la justicia con la doctrina de la Iglesia sobre los Derechos Humanos

Las instituciones sociales, en cuanto plenamente humanas, reflejan la comprensión que el hombre tiene de sí mismo y la hondura con que vive sus ideales. La espiritualidad del trabajo y del conjunto de las realidades terrenas, condición para el adecuado planteamiento y resolución de las cuestiones sociales, políticas y económicas.
La rectitud en el desempeño de las tareas sociales y el esfuerzo por promover la justicia, elementos integrantes de la espiritualidad del cristiano llamado a santificarse en medio del mundo.
Este tema resume, en cierto sentido, las explicaciones anteriores y las conecta con la lucha por la santidad. Un relieve cada vez mayor ha adquirido en el Magisterio la justicia social, que representa un verdadero y propio desarrollo de la justicia general, reguladora de las relaciones sociales según el criterio de la observancia de la ley. La justicia social es una exigencia vinculada con la cuestión social, que hoy se manifiesta con una dimensión mundial; concierne a los aspectos sociales, políticos y económicos y, sobre todo, a la dimensión estructural de los problemas y las soluciones correspondientes.
El ser humano le otorga sentido al derecho, en cuanto a su dimensión social. Pero para regular la vida en sociedad y las relaciones entre sujetos es indispensable conocer y comprender la naturaleza del hombre para que se pueda determinar el tipo de regulación que brindará el derecho para su vida en coexistencia. La Filosofía de la Existencia basa al derecho en el ser humano, en la perfección que el hombre le ha hecho al derecho en la historia, plasmándose en el ordenamiento jurídico actual, ya que éste refleja los valores de la ideología de los juristas. La justicia resulta particularmente importante en el contexto actual, en el que el valor de la persona, de su dignidad y de sus derechos, a pesar de las proclamaciones de propósitos, está seriamente amenazado por la difundida tendencia a recurrir exclusivamente a los criterios de la utilidad y del tener. La justicia, conforme a estos criterios, es considerada de forma reducida, mientras que adquiere un significado más pleno y auténtico en la antropología cristiana. La justicia, en efecto, no es una simple convención humana, porque lo que es «justo» no está determinado originariamente por la ley, sino por la identidad profunda del ser humano.
El objeto de la justicia es el derecho, debido a que existen derechos, deben ser respetados , pero  también es cierto que el ser justo es un hábito operativo de voluntad o sea es un hábito bueno, lo que significa que ser justo es una virtud, ya que entenderíamos como justicia el dar a cada uno lo que le corresponde .
La constitución Gaudium et spes había enseñado que «la Revelación cristiana presta gran ayuda para fomentar esta comunión interpersonal y al mismo tiempo nos lleva a una más profunda comprensión de las leyes que regulan la vida social, y que el Creador grabó en la naturaleza espiritual y moral del hombre» (7). La moral social asume la racionalidad humana, pero no es una pura ética filosófica, es teología y, por tanto, se sitúa en el campo de la fe y a la luz de la Revelación contempla las normas morales que brotan de la naturaleza humana y hace de ellas una formulación teológica. Es la tarea específica que ha venido desarrollando la doctrina social cristiana, ya que «la Iglesia, en el transcurso de los siglos, a la luz del Evangelio, ha concretado los principios de justicia y equidad, exigidos por la recta razón, tanto en orden a la vida individual y social, como en orden a la vida internacional, y los ha manifestado especialmente en estos últimos tiempos» (8).
De ahí la importante función que la Iglesia cumple en la vida social, y esto tanto a nivel institucional, concretamente en su magisterio, como a través del comportamiento responsable de los cristianos con una conciencia de sus deberes morales iluminada por la fe. Si bien la misión de la Iglesia es de orden religioso, «precisamente de esta misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina»

Principio cristiano de la virtud de la justicia
            La justicia regula la convivencia de la sociedad humana en cuanto humana, es decir, busca el respeto de los derechos personales; tal como lo afirmaba el Beato Juan Pablo II: «es principio fundamental de la existencia y de la coexistencia de los hombres, como también de las comunidades humanas, de las sociedades y de los pueblos» (Audiencia General, 8-11-1978).
El moralista cristiano se acerca a los problemas de la vida social con la mirada puesta en el horizonte amplio que nace del mensaje de Cristo: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6,33).
Santo Tomás compara de modo analógico la justicia moral y la justificación que se deriva del Evangelio: “La justicia que nace en nosotros por la fe es aquella por la que se justifica al impío, que consiste en el orden debido de las varias partes del alma”.
 Esta rectitud implica una clara concepción teológica de la justicia. Estamos ante la restauración de la misma justicia evangélica que está en la base de la obra salvífica de Cristo.
Un aspecto de esta virtud atañe a las relaciones con el vecino, con el compañero, con el amigo, con el colega y, en general, con toda persona: la justicia regula las relaciones de los hombres entre sí, dando a cada uno lo que le es debido. Otra faceta de la justicia se refiere a los deberes de la sociedad en relación a lo que a cada individuo le corresponde.
Desde la teología cristiana la justicia es cumplir resueltamente lo que es justo. En este contexto importa tratar la justicia en la perspectiva bíblica, teológica, juntamente con las exigencias que nacen de la Doctrina Social de la Iglesia.
En el Antiguo Testamento, la justicia de Dios aparece ligada a su misericordia. Y Dios es considerado como juez (Ex 23,7), aunque no juzga como los hombres, sino que su justicia se manifiesta en la gracia que otorga a todos y en su fidelidad a la palabra dada a Israel (Dt 32,4).
En el Nuevo Testamento, el concepto de justicia experimenta un desarrollo teológico especialmente en los sinópticos y en las cartas paulinas. En el Sermón del Monte. La justicia se identifica con su reino. El hombre justo es aquel que busca el reinado de Dios en todo el mundo. En las cartas de Pablo la idea de la justicia recibe un tratamiento nuevo y original: en la acción salvífica de Jesús, Dios prueba y descubre su justicia a todos los hombres (Rom. 3,23-26). La justicia es a la vez justicia de la fe y palabra poderosa de Dios. Pablo conoce la justicia como concepto ético; en resumen, uno de los deberes de justicia es el religioso, como dar a Dios el honor que le es debido. De todos modos, no aparece en el NT un concepto unitario de justicia.
En conclusión el objeto propio, de la justicia social es el bien común, como viene siendo afirmado constantemente y el mismo Catecismo recuerda. Es verdad que toda justicia tiene una referencia al bien común, por lo que, efectivamente toda justicia es en algún sentido «social». Pero mientras que la justicia conmutativa y la distributiva ordenan de modo inmediato al bien de la persona particular y sólo de modo mediato al bien común, la justicia social ordena el comportamiento concreto inmediatamente al bien común y mediatamente al bien de las personas individuales.
BIBLIOGRAFÍA

Catecismo de la Iglesia Católica.