martes, 17 de abril de 2018

MI CANTO PARA DIOS





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Prepara tu talento!!!

Letra dedicada:
A Jesús el Señor, Salvador... 
A Dios Padre Creador... 
Al Espíritu Santo Santificador...

Con pista, instrumentos ...

Ensayo General el lunes 04 
Para la presentación Venir vestidos acorde a la alabanza que se le quiere ofrecer a Dios con el Canto.

Procurar cantos del repertorio católico. (no es limitante los de otras confesiones religiosas; siempre y cuando no atenten a las verdades de  fe en nuestra Iglesia Católica). 

lunes, 2 de abril de 2018

VIACRUCIS EN LA COMUNIDAD































































Los valores de la piedad popular

61. Según el Magisterio, la piedad popular es una realidad viva en la Iglesia y de la Iglesia: su fuente se encuentra en la presencia continua y activa del Espíritu de Dios en el organismo eclesial; su punto de referencia es el misterio de Cristo Salvador; su objetivo es la gloria de Dios y la salvación de los hombres; su ocasión histórica es el "feliz encuentro entre la obra de evangelización y la cultura". Por eso el Magisterio ha expresado muchas veces su estima por la piedad popular y sus manifestaciones; ha llamado la atención a los que la ignoran, la descuidan o la desprecian, para que tengan una actitud más positiva ante ella y consideren sus valores; no ha dudado, finalmente, en presentarla como "un verdadero tesoro del pueblo de Dios".
La estima del Magisterio por la piedad popular viene motivada, sobre todo, por los valores que encarna.
La piedad popular tiene un sentido casi innato de lo sagrado y de lo trascendente. Manifiesta una auténtica sed de Dios y "un sentido perspicaz de los atributos profundos de Dios: su paternidad, providencia, presencia amorosa y constante", su misericordia.
Los documentos del Magisterio ponen de relieve las actitudes interiores y algunas virtudes que la piedad popular valora particularmente, sugiere y alimenta: la paciencia, "la resignación cristiana ante las situaciones irremediables"; el abandono confiando en Dios; la capacidad de sufrir y de percibir el "sentido de la cruz en la vida cotidiana"; el deseo sincero de agradar al Señor, de reparar por las ofensas cometidas contra Él y de hacer penitencia; el desapego respecto a las cosas materiales; la solidaridad y la apertura a los otros, el "sentido de amistad, de caridad y de unión familiar".
62. La piedad popular dirige de buen grado su atención al misterio del Hijo de Dios que, por amor a los hombres, se ha hecho niño, hermano nuestro, naciendo pobre de una Mujer humilde y pobre, y muestra, al mismo tiempo, una viva sensibilidad al misterio de la Pasión y Muerte de Cristo.
En la piedad popular tienen un puesto importante la consideración de los misterios del más allá, el deseo de comunión con los que habitan en el cielo, con la Virgen María, los Ángeles, y los Santos, y también valora la oración en sufragio por las almas de los difuntos.
63. La unión armónica del mensaje cristiano con la cultura de un pueblo, lo que con frecuencia se encuentra en las manifestaciones de la piedad popular, es un motivo más de la estima del Magisterio por la misma.
En las manifestaciones más auténticas de la piedad popular, de hecho, el mensaje cristiano, por una parte asimila los modos de expresión de la cultura del pueblo, y por otra infunde los contenidos evangélicos en la concepción de dicho pueblo sobre la vida y la muerte, la libertad, la misión y el destino del hombre.
Así pues, la transmisión de padres a hijos, de una generación a otra, de las expresiones culturales, conlleva la transmisión de los principios cristianos. En algunos casos la unión es tan profunda que elementos propios de la fe cristiana se ha convertido en componentes de la identidad cultural de un pueblo. Como ejemplo puede tomarse la piedad hacia la Madre del Señor.
64. El Magisterio subraya además la importancia de la piedad popular para la vida de fe del pueblo de Dios, para la conservación de la misma fe y para emprender nuevas iniciativas de evangelización.
Se advierte que no es posible dejar de tener en cuenta "las devociones que en ciertas regiones practica el pueblo fiel con un fervor y una rectitud de intención conmovedores"; que la sana religiosidad popular, "por sus raíces esencialmente católicas, puede ser un remedio contra las sectas y una garantía de fidelidad al mensaje de la salvación"; que la piedad popular ha sido un instrumento providencial para la conservación de la fe, allí donde los cristianos se veían privados de atención pastoral; que donde la evangelización ha sido insuficiente, "gran parte de la población expresa su fe sobre todo mediante la piedad popular"; que la piedad popular, finalmente, constituye un valioso e imprescindible "punto de partida para conseguir que la fe del pueblo madure y se haga más profunda".
CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO
Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS
DIRECTORIO
SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA
PRINCIPIOS Y ORIENTACIONES
CIUDAD DEL VATICANO
2002

EL VIACRUCIS - Si bien el viacrucis, en la forma que todavía se usa ampliamente en nuestros días, no nació hasta el s. xvii, este ejercicio de piedad tiene sus precedentes históricos en prácticas devocionales que se remontan al s. xiii. En aquella época, en la que la misma dramatización de los misterios de Cristo (representaciones sagradas) se hacía en función de una contemplación y de una catequesis, estaba ya en uso expresar la coparticipación en la pasión de Cristo haciendo un recorrido que de algún modo reprodujera la vía dolorosa. En esta práctica prevalecía la imitación sobre la meditación; sin embargo, la misma meditación se apoyaba en un rico patrimonio de fe y de doctrina análogo al que animaba la práctica de las peregrinaciones. En el s. xiv. ya se había advertido la necesidad de añadir la meditación al camino representativo, pero persistía el gusto de la dramatización; y el viacrucis, que a veces contaba hasta 47 estaciones, se desarrollaba en recorridos diversos y adaptados a las diversas posibilidades de reconstrucción escénica de la pasión. Estas prácticas, aunque se atenían sustancialmente a los relatos evangélicos de la pasión, se vivían con una total apertura a acoger todas las leyendas (caídas, Verónica, etc.) florecidas en torno al tema de la pasión de Cristo. Dos siglos después, el carmelita Jean Van Paesschen nos da por primera vez noticia de un viacrucis de 14 estaciones; pero el testimonio de un viacrucis de 14 estaciones que se siguen unas a otras en el orden y con los episodios que nosotros conocemos, lo encontramos en España sólo en la primera mitad del s. xvii.
Para otorgar a este "piadoso ejercicio" el justo puesto que le corresponde en la vida de piedad del pueblo cristiano, parece oportuno aportarle algunas modificaciones. Recordemos tres, en particular. Ante todo hay que eliminar aquellos elementos legendarios que pueden favorecer el sentimentalismo religioso, pero que no son ni necesarios ni útiles para edificar una auténtica piedad cristiana. En segundo lugar, las oraciones, más o menos retóricas y casi siempre incapaces de poner de relieve las enseñanzas más profundas de la passio Christi, habrá que sustituirlas por la lectura de trozos bíblicos oportunamente elegidos; la meditación y la contemplación obtendrá de ello mayores beneficios. En tercer lugar, tornando en consideración más justamente el lazo indisoluble existente entre la pasión y la resurrección de Cristo, habrá que completar el viacrucis con algunas estaciones que, subrayando la victoria de Jesús sobre el sufrimiento y la misma muerte, den una visión más unitaria del misterio pascual y, al mismo tiempo, un significado más completo a todo el problema de la existencia humana redimida'.